Hijos míos, levantaos. Mirad el infierno que os rodea y luchad, gritad, pelead.
El arma más potente es el pensamiento. Luchad con palabras, con libertad de mente, pero no dejéis que os encierren. Luchad contra lo imposible, contra el que te dice que NO, luchad contra aquellos que os quieren sumisos, pero luchad por la libertad, por el autocontrol, y no os dejéis llevar por las masas. El océano es inmenso y las tormentas aterradoras. Pero una mano se alzará, no te dejarás ir, y volverás a levantar.
No soy tu ideología, no me confundas. No soy tu pasado, ni tu tierra. Yo soy aquel que vino de la nada para salvar al resto. No soy un mesías, ni la divinidad que se te aparece. Soy tu choque de realidad ante la dejadez y la desdicha. Soy aquel que dice que puede, pero no tiene los recursos ni el dinero, y aún así, lo hace. No hablo por hablar como los charlatanes políticos que te mienten a diario, yo no soy la verdad ni perfecto, pero no oses ponerme a prueba, en este infierno que vivo encerrado en mi mente, porque iré a por ti, hasta dastruirte.
Heme aquí, abierto en canal, y sin miedo a lo que puedas lanzar. No puedes destruir lo que viene de la destrucción. Lo que surgió desde pedazos para levantarse como si nada. Pero sí puedes arrebatarle lo que ha conseguido desde cero, dejarlo sin nada no lo hará más débil, al revés, lo convertirías en un mounstro que no le importará nada, ni nadie. Y no podrás pararlo.
Levanto la mirada ante las mentiras, y tú, mentiroso, nos verás.